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¿Existe el «Estilo Alicantino»?

Muchas han sido las veces que se me ha planteado esa pregunta, bien en el transcurso de una conversación, bien en un foro de opinión o debate, o bien en las redes sociales. Buena pregunta, siempre generadora de polémica, que, bajo mi punto de vista, dependiendo del enfoque que le demos, podría responder sí y no. Trataré de exponer mi percepción al respecto, aprovechando el pequeño artículo que he escrito para el magnífico llibret 2014 de la Foguera Ángeles-Felipe Bergé.

Desde los primeros compases de Les Fogueres de Sant Joan, los foguerers, dejando a un lado el incuestionable hecho de que fuera una fiesta importada de Valencia, a imagen y semejanza de Las Fallas, hemos querido diferenciarnos de ellas, como viene teniendo costumbre el menfotismo alicantino en cualquier aspecto que se nos presenta, y en la Fiesta del Fuego no iba a ser menos. Pero estéticamente hablando, en el arte efímero no hizo falta demasiados esfuerzos, porque tal diferenciación vino de forma natural. La Fiesta alicantina estaba fundamentalmente en manos de pintores y cartelistas, mientras la valenciana lo estaba básicamente en las de escultores, por lo que no era extraño que prevalecieran las superficies planas ampliamente decoradas con pinturas, frente a los grandes volúmenes y los buenos acabados.

Foguera Benito Pérez Galdós 1931. Gastón Castelló. «Estilo Alicantino».
Una muestra de la presencia del «Art Déco» en fogueres de los años 30.

La irrupción del arte gastoniano en los años 30, especialmente los de la II República Española, que tanto ha sido calificado con la tan traída y llevada etiqueta de «Estilo Alicantino», hay que analizarlo desde dos puntos de vista muy diferentes. Una cosa es que la poderosa atracción que ejercía el arte de Gastón Castelló en estos primeros compases de Les Fogueres, sentara cátedra y tendencia artística entre los artistas coetáneos, y otra que esa estética fuera un estilo propio de nuestra fiesta. El «Art Déco» no era patrimonio exclusivo de Gastón, era la directriz artística predominante, y, como tal, también tenía sus manifestaciones en los monumentos falleros de la época, no solo en los foguerers.

Falla Blanquerías 1930. «Art Déco» en fallas de los años 30.

Además, como en todos los aspectos de la vida, las modas cambian, y las tendencias artísticas también. Ramón Marco, a la sazón alumno aventajado de Gastón Castelló, desde sus inicios en la década de los 40 respetó en sus obras los rasgos estéticos imperantes en la época, sin olvidar las enseñanzas de su maestro, pero pronto apostaría por la introducción de elementos clasicistas y ornamentales, ofreciendo una iconografía con claros referentes valencianos. Llegada la década de los 50, continuó con ellos, propiciando rápidamente el germen de la evolución de la plástica foguerera, en una línea claramente barroquizante, tan afín a la estética fallera que le ha valido ser, hasta la fecha, el único artista alicantino que ha plantado la Falla Oficial de Valencia, en concreto en 1960.

Falla Oficial de Valencia 1960. Ramón Marco, artista foguerer.

¿Quiere decir esto que el «Estilo Alicantino» cambió? Pues se podría decir que sí, y además, paradójicamente, acercándose sobremanera a la estética fallera. Un cambio que marcó décadas de arte foguerer, que no conoció nueva transformación de importancia hasta la irrupción de la personalísima estética abstracta de Pedro Soriano, llegados los 80, tal vez el estilo más netamente identificado como alicantino, con permiso de Remigio Soler. ¿Otro nuevo cambio en el «Estilo Alicantino»?... Mi conclusión es que ese estilo es personal de cada artista, foguerer o fallero, y su estética la marcan tendencias, bien del propio arte en general, pues de arte efímero hablamos, bien por la influencia del trabajo del artista dominante en cada época, como es un claro ejemplo el que se ha venido a conocer como sorianismo. Sigo diciendo que, como en todos los aspectos de la vida, las modas son las modas.

Foguera Oficial 1975. Remigio Soler. «Estilo Alicantino».

Pero otra cosa es lo que gusta a la gente de la Fiesta, y lo que implica el propio ambiente en que se desarrolla esta, y aquí sí, bajo mi punto de vista, hay marcadas diferencias entre fallas y fogueres. El gusto de los falleros por los grandes volúmenes, los colores apagados, los ninots grotescos de deformadas muecas, en ocasiones extemporáneas, los acabados aporcelanados, las grandes figuras escultóricas caracterizan una estética valenciana muy reconocible, pero ojo, que ha ido igualmente evolucionando a través de los años, influenciada por esas tendencias artísticas reinantes y esos estilos personales de los artistas falleros. Y del mismo modo, el foguerer que hoy gusta del monumento estilizado, que tenga «aire» y no sea compacto, con ninots igualmente estilizados, de colores vivos acordes a la luz del inminente verano, con abundancia de elementos geométricos, de simetrías, los grandes remates abiertos, y de los acabados mejor no hablemos, no siempre es lo que le ha pedido al artista que plante en su distrito.

Foguera Oficial 1980. Pedro Soriano. «Estilo Alicantino».

Queda bastante claro, con todo esto, que no se puede concretar un «Estilo Alicantino» preciso, pues ha ido evolucionando a través de décadas de diferentes tendencias y referentes artísticos, pero menos definido queda todavía hoy en día, en esta época de globalización, en la que artistas falleros plantan fogueres en Alicante y artistas foguerers plantan fallas en Valencia, con la particularidad de que no construyen igual sus monumentos en una capital que en la otra, por la sencilla y única razón de que intentan adaptarse a los gustos del público al que van destinados, y a la luz de los días que van a disfrutar su obras en la calles y plazas de su ciudad.

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