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El renacer de la Fiesta. Fogueres 1939

Conferencia impartida en la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Alicante, el día 10 de febrero de 2011, durante las II Jornadas Culturales, Fogueres (1939-1950), organizadas por la Foguera Sant Blai-La Torreta.
Publicado posteriormente en la Revista Oficial de Fogueres 2011.
La actualización con el artículo del semanario alicantino Oriéntese es posterior.

Si estudiamos la evolución del número de comisiones formadas entre 1928 y 1936, tomando como fuente los expedientes originales conservados en el Archivo Municipal de Alicante (AMA), comprobamos dos máximos de 41 comisiones en 1933 y 1936, entre hogueras y barracas, lo que denotaba la fuerte implantación que la fiesta del fuego alcanzó en la ciudad de Alicante en menos de una década de fiesta. Pero en 1936 Les Fogueres sufrieron un brusco traumatismo, el mismo que marcó a España con el estallido de la Guerra Civil. En este último año de esta primera etapa de Les Fogueres de Sant Joan, era presidente de la Comisión Gestora el médico pediatra Ángel Pascual Devesa, fue elegida Bellea del Foc Carmela Ramos Ramos, de la Foguera Barrio de Benalúa, y era publicada por primera vez una revista oficial de Les Fogueres, con el nombre de Festa.

Portada de la Revista Oficial Festa 1936
(Archivo Armando Parodi)

Después vinieron las estremecedoras imágenes de los bombardeos, la destrucción, la gente huyendo a los refugios, el racionamiento, los vencedores y los vencidos. Consecuencias de una guerra que Alicante sufrió de manera especialmente cruenta, y aunque los destrozos fueran aprovechados para obras de mejora en la ciudad, y los alicantinos, con su carácter hecho de esa pasta tan especial que nos define, sacaron adelante sus vidas intentando olvidar lo inolvidable, obvio es decir que Alicante no estaba para fiestas.

Bombardeo del Mercado Central de Alicante, el 25 de mayo de 1938
(Archivo Aeronáutica Militar de Roma)

Tanto es así que hasta 1940 no habría Fogueres en un sentido pleno de la fiesta, o lo que es lo mismo su celebración de forma oficial. Quedaría este regreso en manos de un nuevo presidente de la Comisión Gestora, el conocido comerciante Ramón Guilabert Davó, que vio elegida Bellea del Foc a Matilde Nadal Bolino, de la entonces denominada Foguera Plaza de Benalúa, y se inició la publicación de la nueva Revista Oficial, el n.º 1 de la que hoy denominamos Fogueres, que vería reflejada sin ambages en sus páginas la realidad de una posguerra atenazada por la dictadura franquista. Pero no deja de ser sorprendente la importante recuperación de Les Fogueres a poco más de un año del final de la guerra, ya que se manejaron cifras de comisiones constituidas similares a 1932, justo antes del primer gran salto cuantitativo de la fiesta.

Portada de la Revista Oficial n.º 1 Fogueres de San Chuan 1940
(Archivo Armando Parodi)

Esto fue debido a que ya en 1939 se sentaron las bases de este renacimiento de Les Fogueres. Y es que después de dos ejercicios en blanco a consecuencia de la contienda nacional, a primeros de abril de 1939 comienza a recobrarse la normalidad, y las personas que estuvieron implicadas en la organización de Les Fogueres de Sant Joan en 1936 comienzan a hacer gestiones para revivir nuestra fiesta del fuego.

Comisiones constituidas 1928-1940
(Elaboración propia. Fuente: Expedientes AMA)

Todo comenzó cuando el día 7 de junio, el Jefe Provincial del Servicio Nacional de Propaganda, además de redactor de la Gaceta de Alicante, única prensa alicantina autorizada por el régimen, Juan Luis Bueno Martínez, convocaba a las comisiones de las hogueras y barracas que plantaron en 1936, así como a los artistas que no habían dado con sus huesos en la cárcel por razones políticas, con el propósito de recuperar la fiesta que tanto éxito tuvo en sus primeros años de andadura, en los que creció tan rápidamente.

Juan Luis Bueno Martínez, Jefe Provincial del Servicio Nacional de Propaganda
y redactor de la Gaceta de Alicante (ilustración de portada del 24 de junio de 1939)

Con la premura de las tan próximas fechas de celebración, el 8 de junio tuvieron lugar dos reuniones en la sede de la Jefatura Provincial de la Falange Española Tradicional, sita en el número 2 de la calle Duque de Zaragoza, una matinal con los artistas de fogueres, y otra vespertina con la participación de representantes de los distritos festeros de Barrio de Santa Isabel, Plaza del 18 de Julio, Barrio de San Fernando, Benito Pérez Galdós, Mercado, Calvo Sotelo, San Agustín y Carmen, Plaza de Hernán Cortés, La Florida, Plaza de las Monjas, San Antón Alto, Carolinas, Calderón de la Barca, Plaza de Juan Poveda y 1º de Mayo, Calle San Vicente, Trafalgar, Plaza de Ruperto Chapí y Plaza de Gabriel Miró, así como las barracas Peña «Los Gorilas», Peña «Els Trenta ú», Peña «De tres, tres», Peña «Los 13», Peña «Ali-Cántara» y «El Galliner», y otras tertulias y asociaciones prestas a colaborar.

Fruto de estas reuniones se crea una comisión de trabajo compuesta por el mencionado Jefe Provincial de Propaganda Juan Luis Bueno, Ramón Guilabert Davó representando a la Alcaldía, el Secretario Local de Falange Francisco Javier Morales, el Director de la Gaceta de Alicante Fernando Ors Martínez, el empresario José Roméu Zarandieta por el comercio, Guillermo Veneroni y otras personalidades alicantinas y de la última Comisión Gestora, y tras sucesivas sesiones de la misma se decide confeccionar un austero programa de fiestas, contratar quince bandas de música, además de las militares, y plantar una foguera en señal de recuperación y estímulo para años venideros. Se decidió ofrecer el cargo de Presidente de Honor al Gobernador Militar Pedro Pimentel Zayas, y vicepresidencias al Comandante de Marina Pablo Hermida Seselle, al Gobernador Civil Fernando de Guezala e Igual, al Alcalde de Alicante Ambrosio Luciáñez Riesco, y al Presidente de la Diputación Provincial José Martínez Alejos.

Ramón Guilabert Davó, comerciante crevillentino,
presidente de la Comisión Gestora
y concejal del Ayuntamiento de Alicante
José Romeu Zarandieta, empresario valenciano,
ex presidente de la Comisión Gestora
y concejal del Ayuntamiento de Alicante
Coronel Pedro Pimentel Zayas,
Gobernador Militar de Alicante
Ambrosio Luciáñez Riesco,
Alcalde de Alicante
José Martínez Alejos,
presidente de la Diputación Provincial de Alicante

La financiación vendría dada fundamentalmente por las 7.000 pesetas de beneficio que resultaron del superávit de Les Fogueres 1936, a repartir 243 a cada una de las 30 comisiones de foguera que plantaron ese año, y que si no se retiraban antes del 23 de junio quedarían a disposición del comité organizador; más el importe de los premios a los monumentos de 1936, que habían llegado a entregarse en su día, y la recaudación del recorrido que por los distritos realizaron las comisiones de hogueras y barracas el 11 de junio, solicitando ayuda económica al vecindario, que dadas las circunstancias hay que reconocer que se portó. De esas 30 comisiones de foguera que plantaran en 1936, una docena de ellas no se presentaron a recoger su parte del superávit de dicho ejercicio.

Las reacciones no se hicieron de esperar, y así, la Casa de Valencia en Madrid felicitaba el día 15 de junio al Alcalde por recuperar la fiesta de Fogueres, y se disculpaba lamentando no disponer de tiempo para preparar una excursión de madrileños que pudieran disfrutar de unos días de fiesta en Alicante.

Las comisiones supervivientes del forzado parón festero se esforzaron en recuperar la fiesta en sus distritos, mientras las barracas se desvivían para encontrar pintura, madera, clavos y demás materiales para construir sus portadas. Incluso los militares se contagiaron de la renacida pasión festera, y costearon una barraca en el solar donde una vez estuvo el Convento de las Capuchinas, en la actual ubicación del Banco de España en la Rambla.

Exterior del programa de mano de las Fiestas de San Juan 1939 (AMA).
La portada representa el Cartel Oficial, original de Luis Sánchez

El Cartel de Fiestas fue dibujado por Luis Sánchez e impreso en los talleres de la Gaceta de Alicante, antecesora del actual Diario Información (fundado en 1941), y que fue principal medio de comunicación que diera a conocer el desarrollo de Les Fogueres 1939. El cartel se sitúa en el contexto del momento, reflejando la victoria del régimen en el ámbito de la fiesta, a la que denominaba Fiestas de San Juan, con un alicantino vestido con manta y zaragüel que porta en su mano izquierda un banderín festero con el año 1939, y en su derecha, como no podría ser de otro modo, el yugo y las flechas representativas del régimen. Fue igualmente portada del Programa Oficial de mano que vería la luz el día 20 de junio, programa que sería divulgado fundamentalmente por el citado diario y Radio Alicante.

En cuanto al monumento foguerer, con buena parte de los artistas de fogueres consagrados en prisión, fundamentalmente por su colaboración con el Gobierno Republicano, la construcción de la única foguera se encomendó al pintor alicantino Francisco Muñoz Gosálbez, precoz artista que ya a los doce años había empezado a acu­dir a las clases de la academia de Pericás, y a los veinte inauguró la suya propia, por donde pasaron y recibieron sus primeras lecciones los pin­tores Gastón Castelló, José Barahona y José Pérez Gil, entre otros. Muñoz, que presentó sus obras en diversas exposiciones personales en el Círculo de Bellas Artes y el Ateneo de Alicante, había sido premiado en Plaza de las Monjas (1931), San Antón Alto (1933, 34 y 35), Pascual Pérez (1934), Calderón de la Barca (1934 y 36) y Barrio de San Fernando (1936).

Francisco Muñoz Gosálbez, pintor y artista de fogueres,
artífice de la única foguera plantada en 1939

Pues bien, aunque el artista manifestaba inicialmente mostrarse escéptico de tal posibilidad, lo cierto es que realizó el monumento en la cifra récord de ¡quince días!, plantando la noche del 22 al 23 de junio en la confluencia de las avenidas de Alfonso el Sabio y de Zorrilla (ya denominada entonces de José Antonio, actual Avenida de la Constitución), en el lugar tradicional de plantà de la actual Foguera Mercado Central frente a la fachada principal de éste, en el triángulo que formaba el triple cruce de vías de los tranvías.
No se conserva boceto de la foguera, si es que alguna vez lo hubo, y tan sólo nos ha llegado una foto de la misma en muy malas condiciones de conservación. Es por ello que basándose en la escasa información que encontró en la prensa de la época, el artista de fogueres Julio Esplá Martínez hizo un intento años más tarde de recrear un boceto, aunque el resultado en poco se pareció a la realidad.

Boceto de la única foguera de 1939,
interpretación libre de Julio Esplá Martínez (AMA)

Su título era La fuga, y se centraba en los meses de dolor y de hambre del pueblo alicantino durante la guerra, queriendo representar, verdad de unos y mentira de otros, el mandato de Juan Negrín López, último presidente del Gobierno de la II República, popularmente conocido como Doctor de les llentilles, así como su exilio a Francia con todo lo que supuestamente se pudo llevar consigo. Su figura y su frase resistir, con pan o sin pan remataban el monumento, llevándose un jamón a la boca con una mano y un maletín lleno de lentejas en la otra. Las pinturas de las caras de la base ilustraban la tragedia que había vivido el pueblo alicantino.

Única foguera plantada en 1939
(Archivo Armando Parodi)

Así anunciaba la foguera la Gaceta: La "foguera" simbólica del renacimiento de la fiesta alicantina será modesta, pero "sabrosa". Y más adelante la describía en frases como:
Se trata de un monumento sencillo...
En lo alto de la obra, montado sobre una calavera, vemos a un hombre que se está «hinchando», con unas tragaderas formidables...
Lo delata un maletín, que a juzgar por lo que de él sale no debe ser un pobrete.
En los pisos inferiores se ve como si el artista hubiera querido hacer unos zócalos de cemento, con pegaduras graneadas de chinitas...
Se reconoce en el graneado las imponderables píldoras que aquel caballero de lo alto nos recetó en ediciones completas pero teniendo a la vez el gran mérito que no llegó a probarlas. Él era así; las trajo para el pueblo y al pueblo se las endosó íntegramente.
Evidentemente, la foguera era un alegato contra los enemigos de la nueva situación política, lo que convierte este único monumento foguerer de 1939 probablemente en el más franquista de la historia de Les Fogueres. La prensa de Alicante, entiéndase La Gace­ta, enfocó por ello la explicación de la foguera como un cúmulo de críticas a los vencidos de la contienda.

El prematuramente desaparecido Francisco Javier Sebastiá, en su Memoria de Licenciatura titulada Consideraciones estéticas sobre un arte efímero de Alicante: las Hogueras de San Juan (1928-1987), publicada en 1988 por el Instituto de Estudios Juan Gil-Albert, se extendía en la descripción y significado de esta foguera como sigue:
Sobre un gran «podium» formado por cuatro telones o bastidores, se ubicaba la figura que representaba a Negrín, portando un maletín con «ri­quezas» y un jamón. Lo cierto es que la «foguera» era un auténtico monumento a las lentejas, ya que éstas eran el único material con el que estaban formados los cuadros que iban superpuestos a los cuatro bastidores y que representaban críticas acerbas al Gobierno Republicano.

La prensa del momento dilucidaba interpreta­ciones en torno a la hoguera: «No es difícil interpretar el sentido del monumento al fuego. Negrín en lo alto es ya todo un poema, y su frase de “re­sistir con pan o sin pan” toda una tragedia para el pueblo, que se va recogiendo en las pinturas late­rales de la foguera. En ella se nos muestra como la frase de que el fuego todo lo purifica, sirvió de cantera de procedimientos a los rojos para de­mostrar su protección a la iglesia. También vemos recordada en ellas aquellas felices fechas, en que los protectores del pueblo compraban barcos en­teros de bacalaos... podridos, para devolverlos al mar donde nacieron; maravillosa obra de protec­ción a los peces, aunque las lenguas maledicien­tes digan que lo que era es un negocio, mientras el pueblo se moría de hambre. ¡Qué cosas!».

La hoguera recordaba al pueblo los «días tris­tes» vividos durante la República. Lo que se pretendía, era convertir la noche del 24 de junio en una gran hoguera: «el fuego (...) será la despedida definitiva de los cuadros de horror vividos por el pueblo en un año fogueril que ha durado 32 me­ses».
También se plantaron las seis barracas antes mencionadas, implicadas en la recuperación de la fiesta, y se pudieron ver algunos pequeños monumentos infantiles que de forma espontánea se plantarían en diversos puntos de la ciudad.

Interior del programa de mano de Fogueres 1939 (AMA)

En cuanto al Programa de Fiestas, inicialmente iba a comenzar el 22 de junio a las 8 de la tarde con pasacalles anunciantes del comienzo de las Fiestas, y a las 10 de la noche un concierto de la Banda Municipal en la Explanada, pero ambos actos quedaron suspendidos por la Comisión de Fogueres los ac­tos previstos para ese día con motivo del duelo general de Alicante por los caídos por Dios, España y su Revolución Nacional-sindicalista en los días trágicos de septiembre y noviembre de 1936, según publicaba la Gaceta de Alicante. Ese día fueron sepultados en el Cementerio de Alicante los 103 cadáveres identificados de los falangistas que el 12 de septiembre y 29 de noviembre de 1936 fueron fusilados por el Gobierno Republicano acusados de rebelión, y que en su mayoría fueron detenidos en los Doce Puentes cuando el 19 de julio fueron a liberar a José Antonio Primo de Rivera de la cárcel de Alicante. El sepelio cerró comercios e hizo lucir crespones negros en banderas a media asta.

Así que el inicio de Fogueres 1939 no llegó hasta las 0:00 horas del día 23, con la Plantà de la foguera y las barracas, durante la que la Gaceta de Alicante cuenta que sonaba algún que otro cohete en la lejanía, así como que los socios de «Els Trenta ú» hicieron visita protocolaria al resto de las barracas. Y hacia las 3 de la madrugada aparecían los churros y las cocas en las inmediaciones de la plantà de la foguera.

El 23 de junio se despertaba, y nunca mejor dicho, con la tradicional Despertà a partir de las 7 de la mañana. A las 10 se iniciaba la Entrada de Bandas, previa concentración de las mismas en la Plaza de la Baronesa de Satrústegui (más tarde del Teniente Luciáñez, y actualmente Paseíto de Ramiro), desfilando por delante del Ayuntamiento, la calle Altamira y dirigiéndose a sus respectivos distritos, varios por cada banda de música, fundamentalmente del centro, ya que al final sólo pudieron ser siete las que participarían, las que vinieron de San Juan, Alcoy, Cocentaina, Crevillente y Villafranqueza, que desfilaban generalmente ataviadas con trajes típicos, más la Banda de Música Militar y la de la Cruz Roja, obviamente uniformadas. Así se distribuyeron tras el desfile:
  • San Juan, por las plazas de las Monjas (hoy de la Virgen del Remedio), San Agustín (actualmente de Quijano), Carmen y Puente.
  • Alcoy, de la plaza del Ayuntamiento (entonces del 18 de Julio) a la avenida -Rambla- de Méndez Núñez y la plaza de Juan Poveda y 1º de Mayo (actual de San Cristóbal).
  • Militar, hacia las plazas de Gabriel Miró, Calvo Sotelo y Hernán Cortés (hoy plaza Nueva).
  • Cocentaina, por el Mercado, calle Calderón de la Barca y barrio de San Fernando.
  • Cruz Roja, recorriendo la avenida de Alfonso el Sabio, calle Benito Pérez Galdós y el barrio de Santa Isabel.
  • Crevillente, por las calles San Vicente y Valencia, y el barrio de Carolinas Bajas.
  • Villafranqueza, hacia las calles Díaz Moréu, Pozo y Trafalgar.
A las 12 del mediodía, y a falta de una buena mascletà, se encendió una Gran Traca en la avenida de Méndez Núñez, que recorrería esta vía hasta la calle Duque de Zaragoza, ascendiendo por la avenida de José Antonio, rodeando el Mercado y finalizando con el trueno final en la calle Velázquez. A las 7 de la tarde hubo Conciertos en diferentes distritos, y además la Banda de la Legión ofreció uno en el templete de la Explanada, y en contrapartida la Banda Municipal dio otro en la barraca de los militares en el antes mencionado solar de la Rambla.

A las 10 de la noche se prodigaban las actos. Hubo un Gran Festival Artístico en el Ideal Cinema, presentación en Alicante del Teatro Español Universitario (TEU), que con sólo nueve días de ensayo y bajo la dirección de Eduardo Campos de Loma (popularmente conocido como Telémaco) y la batuta de Antonio Rubio, representó el sainete de Ramón de la Cruz titulado Los majos vencidos; se siguió de un cuadro flamenco y varios cuadros representativos de diferentes regiones españolas. También a partir de esa hora se realizaban Conciertos en otras tantas barriadas (no olvidemos que las bandas tenían que cumplir con varios distritos cada una), y se iniciaban danzas regionales en la entonces plaza del 18 de Julio, frente al Ayuntamiento, que continuaron por el que pudiéramos decir que era itinerario oficial por la avenida de Méndez Núñez, calle Duque de Zaragoza y avenida de José Antonio, llegando hasta la foguera plantada frente al Mercado. Y a la 1 de la madrugada del 24 de junio se lanzaba un Castillo de Fuegos en las inmediaciones de la Lonja del Pescado.

Portada de la Gaceta de Alicante del 24 de junio de 1939 (AMA)

La Gaceta de Alicante del sábado 24 de junio de 1939 se extendía en elogios hacia el festival artístico llevado a cabo en el Ideal Cinema:
Un nuevo éxito que apuntar en el haber del Sindicato Español Universitario de Alicante. El gran festival artístico que anoche celebró en el Ideal Cinema constituyó un rotundo éxito de público -que le prestó sus más cálidos aplausos- y de organización.

Es preciso resaltar que la función se ce­lebró con apenas nueve días de ensayo y que ayer mañana había sido -el primero y único ensayo general-, bajo la dirección artística de don Eduardo Campos de Loma y del director de orquesta Antonio Rubio, dos hombres abnegados, que pusieron todo su entusiasmo, juntamente con los actores y orquesta para que el acto tuviera tal solemnidad y la magnífica puesta a punto que logró.

Comenzó el festival con la interpre­tación del Himno Nacional, escuchado brazo en alto por la numerosísima asistencia, lo mejor de Alicante, entre la que destacaban las autorida­des militares, jerarquías de FET y de la JONS y autoridades civiles. Una noche de gala en el Ideal, muy a tono con la seriedad y la emoción de nuestra España. Grande.

Un sainete de don Ramón del Cruz -nuestro mejor sainetero del siglo XVIII- titulado «Las ma­jas vencidas» fue magníficamente interpretado, y aunque no llega al sabor de aquel otro famoso «Las castañeras picadas» se llevó, de entrada, unánime el aplauso de la concurrencia.

En la parte musical, el violinista José Lillo correspondió gratamente a la expectación que había por escucharle, acompañado por las voces de María Trives y Alfonso Huesca.

El cuadro flamenco -mejor que nada, la guitarra- llegó al público menos de lo que hu­biéramos previsto. Tal vez Alicante, el que se reputa como una de las ciudades de más instinto musical en la Península, no acabe de adentrarse, por su diferenciación de caracteres y por su me­dio ambiente, en las profundidades -herméticas para muchos- de la brevedad de una copla lapi­daria en el «cante jondo».

Los Cuadros de las regiones fueron aplaudidísimos. Valencia entusiasmó al auditorio. Pero la «saudade» gallega y la honda melancolía, seria y profunda, del «folklore» vasco no le fueron a la zaga. El cuadro de La Mancha fue una concreción perfecta de la sobriedad y del buen latir del corazón de Castilla. Y en cuanto a las representaciones de Andalucía -de la Andalucía bética, la de Tartesos- y la de Aragón, con toda su alma baturra y recia y la de Cataluña, tal vez un poco áspera, rivalizaron en esmero y simpatía con aquéllas.

Y como final el desfile por el patio de buta­cas del Cuadro Artístico arrancó nutridísimos y bien merecidos aplausos.

La velada que concluyó bien entrada la ma­drugada del patrón de Alicante, fue en una pa­labra un rotundo éxito. Los aplausos escuchados vayan íntegramente al SEU a Campos de Loma y a la mágica batuta de Antonio Rubio.
El día de San Juan, tras una nueva Despertà de las 7 de la mañana, tenía lugar a las 9 un Homenaje de la recién constituida Orquesta Sinfónica de Alicante a la Santa Faz en la Colegiata de San Nicolás. Se siguió a las 12 del mediodía de otra Gran Traca que esta vez tuvo su inicio en la calle Díaz Moréu, y recorrería las de Pozo, Trafalgar, San Vicente, Calderón y Juan de Herrera, así como las plazas de San Antonio y de Castellón (actualmente Hermanos Pascual). También se dispararon tracas en San Blas y Benalúa.

Por la tarde, a las 5 se jugaba en el Estadio Bardín el partido Hércules-Valencia, en el que vencerían los locales por 2-1. Para los aficionados, el Hércules presentó la siguiente alineación, circunstancial ya que algunos de sus jugadores titulares permanecían en prisión: Pérez; Del Pino y Corona; Salvador, Medina y Salas; Irles, Perdomo, Cervera, Sirvent y Aparicio.

A las 7 de la tarde actuaba de nuevo la Banda de la Legión con un concierto frente a la Comandancia Militar, mientras se celebraban Bailes Populares en distintos lugares de la ciudad. A las 10 de la noche tenían lugar nuevos Conciertos de las bandas de música en diversos distritos, que a continuación se iban a concentrar a las 23:30 horas, en pasacalles inicialmente hasta la Explanada, pero que por los motivos que ahora veremos se realizaron hasta la plaza de los Luceros para ver la tradicional Palmera Monumental, que se lanzó, como no podía ser de otra manera, a las 12 de la noche. Pero dado que el Castillo de Santa Bárbara se había convertido en prisión política y militar, y las faldas del Benacantil eran refugio de indigentes, originalmente estaba previsto que se lanzara desde el puerto, en concreto desde el espigón exterior del Muelle de Levante, pero por dificultades de última hora se haría desde la Cruz del Siglo, situada junto al Castillo de San Fernando, en la explanada frente al Colegio Público de Prácticas La Aneja.

Portada de la Gaceta de Alicante de 25 de junio de 1939 (AMA)

Como recogió la prensa el día siguiente, hacia las 0:30 horas del día 25, se procedía a la Cremà de la foguera, cuyo remate al parecer tardó lo suyo en quemar y caer. La Gaceta de este día contenía una significativa frase, que ya recogía Francisco Javier Sebastiá en su Memoria de Licenciatura, que de alguna manera resume la intencionalidad de esta temprana recuperación de nuestra Fiesta:
El fuego de hoy será la despedida definitiva a los cuadros de horror vividos por el pueblo en un año fogueril que ha durado 32 meses.
Así pues, el día 24 de junio multitud de personas se congregaron para presenciar la cremà de esta única hoguera, y según consta en La Gaceta:
...ver la resistencia de don Juan Negrín hasta donde llegaba. Y es verdad que el doctor de las lentejas con su jamón en la boca y su maletín en la mano, se resistía a caer pasto de las llamas, confiando en la tradicional deficiencia de la «cremá» de la Hoguera del Mercado.

Pero no le valieron coplas: allí estaba tam­bién el Tercio y los regulares para vencer la resis­tencia del ladrón de joyas y vidas españolas y... allá que te va la figura del mejicano honorario. Po­cos minutos después de pasado el día de su san­to, don Juan Negrín echaba chispas por todo su cuerpo sirviendo de remate a una fiesta tradicional en que todo el pueblo alicantino pone su mayor entusiasmo.
Poco después de la Despertà del día 25 de junio, se conocía la noticia de que el Gobernador Militar había destinado a Auxilio Social 4.000 pesetas, para que convertidas en otras tantas raciones de comida, se facilitasen a las familias necesitadas.

A las 5 de la tarde, hora taurina por antonomasia, se celebró una Corrida de Toros, teniendo previamente que evacuar a los numerosos indigentes que ocupaban la plaza de toros y reparar los desperfectos que habían causado. Se lidiaron ocho toros del salmantino Alipio Pérez Tabernero, para Marcial Lalanda, Pepe Bienvenida, Curro Caro y Juan Belmonte. Previamente había desfilado la Banda de la Legión, a beneficio de cuyos huérfanos iba destinada la recaudación de la corrida, así como un coche tirado por cuatro caballos con un grupo de mujeres vestidas con todas sus galas, que la iban a presidir, escoltadas por tres jinetes de la 17 División de Ocupación.

El 26 de junio, a las 22:30 horas se celebró un Gran Concierto de Gala, también en el Ideal Cinema, que sirvió de presentación de la Orquesta Sinfónica de Alicante, compuesta de 75 profesores, y dirigida por Luis Torregrosa García, director de la Banda Municipal y celebrado autor de la música del himno Les Fogueres de San Chuan.

Y aunque no consta en el programa, el día de San Pedro a las 17:30 horas, hubo una Gran Novillada a beneficio de los heridos de la 17 División, que presentaba reses de la ganadería de Contreras. En ella participó el joven de 12 años Luis Miguel González Lucas, que mataría un eral y entusiasmaría al público. Unos años más tarde, este joven será conocido como Luis Miguel Dominguín.

Pues bien, así concluía un ejercicio festero tan breve como necesario, ya que sin duda fue el trampolín para que el año siguiente volvieran Les Fogueres de forma oficial y con fuerzas renovadas. El objetivo se había cumplido. La chispa había saltado, la llama prendió pese a las dificultades de estos primeros años de posguerra, y ya no se ha vuelto a apagar.

La Foguera Sant Blai-La Torreta eligió como lema de sus II Jornadas Culturales, en cuyo contexto se desarrolló la conferencia en que se basa este artículo, una frase del escritor, periodista y humorista Wenceslao Fernández Flórez, que en 1942 acuñaría el conocido eslogan de Alicante La Casa de la Primavera, que viene a ser el epílogo ideal a todo lo que acabamos de ver:
...y en las mismas cenizas principia ya a germinar el futuro.
* * *

Por último, y a modo de apéndice, resulta muy interesante conocer el proceso de reavivamiento de la Fiesta desde el punto de vista de su artífice, Juan Luis Bueno, y en primera persona, además. Esto es posible gracias al artículo que publicaría tres décadas más tarde, el semanario alicantino Oriéntese, en concreto en el ejemplar de fecha 20 de junio de 1970 (Año III, N.º 122, páginas 8 y 9), firmado por el propio Bueno, y con el título No fue tarea fácil la restauración de las Hogueras de San Juan, en 1939:

Semanario alicantino Oriéntese, 20 de junio de 1970
(Archivo Armando Parodi)

Terminada la guerra española, a dos meses y pico de la noche de San Juan, todo hacía prever que las hogueras no arderían en esa fecha. Existía un afán, en gentes que son contrarias a todo, en que estas resurgieran; arrojaban sobre ellas una serie de razonamientos que, afortunadamente, carecieron de valor ante quienes, en el momento oportuno, tenían que decidir. No fue tarea fácil apagar los rescoldos de los que se situaron frente a ellas. De esto ya hablaremos en otra ocasión. Por todas partes llegaban flechas opositoras al proyecto de restaurarlas; por otra, nadie se atrevía a defenderlas. Había que estar pendiente de los cuatro puntos cardinales, para evitar sorpresas. Más de una vez se estuvo a punto de echar por tierra mis afanes de restaurar las populares fiestas de las Hogueras de San Juan. Fue entonces cuando estudiando bien los pros y contras, me decidí a dar la batalla, consultando antes, como es lógico, con quienes podían oponerse por sus cargos.

El primero a quien expuse mis deseos, fue al entonces Gobernador Civil de la provincia, don Fernando de Guezala e Igual, de grata recordación por su caballerosidad y hombría de bien y a quien ya le habían hablado quienes venían oponiéndose a esa restauración. A los diez minutos de exponerle mis razonamientos su respuesta me honró y me animó a proseguir en mis afanes restauracionistas:

«Amigo Bueno, estoy convencido de que cuando usted intente realizar, será beneficioso para Alicante, por tanto cuenta usted con mi apoyo incondicional».

Salí del Gobierno Civil, muy contento; la primera batalla para revivir las «fogueres», estaba ganada. Se imponía no perder tiempo e ir a la Alcaldía a ganar la segunda.

Antes de pasar a hablar con el Alcalde, don Ambrosio Luciáñez, me entretuve a echar una parrafadita con don Ramón Guilabert y don José Romeu Zarandieta, entrañables amigos y excelentes «foguerers», quienes al conocer mis intenciones, mostraron su entusiasmo, esperando a que terminara mi gestión con el Alcalde, para conocer el resultado.

La entrevista, con Luciáñez, fue cordial, alentadora; de sus labios conocí los razonamientos de quienes se oponían. Como es lógico, le expuse los míos. Rápidamente me dio su conformidad, rogándome que no comunicara a nadie mi proyecto de restaurar las Hogueras de San Juan, hasta no obtener la conformidad del Teniente Coronel, don Pedro Pimentel Zaya. Se manifestó en términos parecidos al señor Guezala, diciéndome que su confianza, en mí, era total.

Iniciada la carrera de consecuciones, decidí dar fin, en aquella mañana, a todos los trámites para lograr que las hogueras, como fiestas del pueblo, revivieran en ese primer año de paz.

Fui a ver al Teniente Coronel don Pedro de Pimentel y Zaya a quien le expuse mi proyecto; le hablé de la fiesta, de su significado, de su gracia e ironía, de su alegría, del ambiente que las mismas creaban en el pueblo; de la participación de éste, en ellas; de los castillos de fuegos; de las tracas y truenos; de las bandas de música recorriendo las calles; del «gotet de vi», tomado en hermandad; de la confraternidad de unos con otros, uniendo, dentro del marco de su peculiar alegría, a todas las clases sociales.

Vi como don Pedro Pimentel, ante mi narración, sonreía complacido, esperando me diera su conformidad para comenzar enseguida a organizar todo. Su contestación, que retardaba por unas horas su decisión, fue ésta:

«Amigo Bueno, estas cosas, aunque puedo y de mí dependen, no quiero tomar decisiones personales. Venga a verme esta tarde a las cinco y le daré mi respuesta».

¿Qué decisión sería la suya, a las cinco de la tarde? ¿Afirmativa? ¿Negativa? Sinceramente, he de decir que esperaba fuera afirmativa a mis deseos.

A la hora indicada, me presenté en el Gobierno Militar, pasando a un salón en el que esperaban don Fernando de Guezala e Igual y don Ambrosio Luciáñez Riesco, quienes habían sido citados sin indicárseles para qué. A los pocos minutos, don Pedro Pimentel, en persona, nos invita a pasar a su despacho. Indiscutiblemente, el asunto a tratar, era el que yo le había expuesto horas antes.

Voy a dar extractadas, de unas notas, sus palabras: «Esta mañana me ha visitado el amigo Bueno, exponiéndome sus deseos de restaurar las Hogueras de San Juan; me ha dicho que, por haberles visitado, ustedes ya conocían su proyecto y que a ambos les había parecido bien, acudiendo a mí que soy quien, en definitiva, ha de decidir. ¿Están ustedes conformes en que estos festejos se restauren?».

Don Fernando de Guezala, fue el primero en exponer su parecer, manifestando que aunque no conocía las fiestas, tenía plena confianza en mí, dando su conformidad plena a cuanto proponía.

Don Ambrosio Luciáñez, fue breve: «Si usted, mi Teniente Coronel, da su aprobación, yo, como Alcalde, delego en el amigo Bueno».

¿Qué decidiría quien podía autorizar o denegar? Fueron momentos de auténtica inquietud. Don Pedro Pimentel no había pronunciado todavía ninguna palabra en pro o en contra. Yo sabía, por el Gobernador y Alcalde, que habían sido citados, sin indicarles el asunto a tratar. En unos segundos iba a quedar todo aclarado. Se expresó así:

«Desde esta mañana, después de escuchar a Bueno, soy partidario de las fiestas de las Hogueras de San Juan, otorgándole, como ustedes, un amplio voto de confianza para que lo organice todo, facilitándole los medios para el éxito de lo que desea realizar. El Gobierno Militar, corre con todos los gastos, facilitará artistas y proporcionará el material que sea necesario, con el fin de que el pueblo de esta ciudad, después de cerca de tres años de lucha y sufrimiento, viva la alegría de sus populares festejos, estando seguro de que sus intenciones y afanes son las de unir a los que han luchado, enfrentados, en la alegría de la fiesta del fuego que, por lo que le he escuchado esta mañana, deben ser soberbias». Dirigiéndose a mí, dijo: «Ahora, Bueno, todo depende de usted, ya que cuenta con el apoyo de las autoridades».

Así se restauraron las Hogueras de San Juan. No faltaron oposiciones. Afortunadamente, todas se vencieron. Algún día puede que me decida a relatar conversaciones e incidencias para lograr que a los dos meses y pico, de terminada la guerra española, se pudiera ofrecer al pueblo la alegría de restaurar nuestras famosas Hogueras de San Juan.

La noche de San Juan, en la Jefatura Provincial de Prensa y Propaganda, tuve el honor de recibir a las autoridades que acudieron a presenciar, desde sus balcones, la primera «cremá», después de la guerra, pudiéndoles ofrecer una copa del buen vino de la Condomina, regalo magnífico de un buen amigo, don José Mallol Alberola. El Teniente Coronel brindó en honor mío, por la «magnífica idea de restaurar estas fiestas del pueblo».

Aquella misma noche, con la autorización debida, hice entrega total de «mis poderes», a dos excelentes amigos, don Ramón Guilabert Davó y don José Romeu Zarandieta, encargados de poner en marcha todo lo relativo a la fiesta, nombrando las comisiones para 1940.

Como dato anecdotario y prueba de la alegría reinante, es que, en el despacho de la Jefatura Provincial de Prensa y ante las autoridades, uno de los dos designados, el entrañable Pepe Romeu, dio comienzo a su labor, soltando su famosa «piules», contagiando o todos de su ardor fogueril.

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